terça-feira, 29 de julho de 2008

Esa exposición que éramos todos

Han sido tres meses y 5 días. Contados como los enamorados cuentan ausencias y presencias. La exposición La consistencia de los sueños ya no está en el Palacio de Ajuda. Técnicos portugueses y españoles la embalan rumbo a otros destinos y ese hecho, a quienes la hemos recorrido una y varias veces, nos duele. Cuesta saber que se descuelgan cuadros, se guardan originales, se desconectan monitores, se pagan las esculturas de letras, se recogen los libros, se desmantela el primer escritorio de Saramago, se apaga el foco que apuntaba a la máquina de escribir de hace tanto y de la que tan hermosos libros salieron, cuesta aceptar que ya no toparemos con imágenes, con músicas, con la flor más grande del mundo, con Blimunda y Divara, con aquellos artículos cortados por la censura, con las caras de los abuelos de Saramago, tan bellas, con las calles depauperadas de un Portugal que no sabía todavía que por ahí caminaba un futuro escritor, cuesta asumir que dejaremos de ver la medalla del Nobel y el diploma que lo explica, cosas raras que solo un puñado de personas cada año pueden disfrutar, cuesta admitir que ya no poblará la sala Dom Luis la exposición de los sueños, decía, y un desgarro se apodera de nosotros, un sentido de ausencia, descubrir que algo que era nuestro ya no está, que tres meses y cinco días se han evaporado, que nos acostumbramos a saberla vecina y de pronto se va, cuando habíamos admitido que necesitamos sentirnos acompañados por esta hermosa exposición para aumentar nuestro propio conocimiento y nuestra capacidad de amarnos y de gustar de nosotros mismos, pobres diablos y sin embargo tan capaces...

No, no hablo de Saramago, que era el protagonista de la exposición, hablo de la exposición en sí, del montaje precioso y preciso que Fernando Gómez Aguilera diseñó, que levantó, que nos mostró para que pudiéramos vivir en él. Y así vimos nuestros primeros libros, aquellos de papel que se deshacía y amarilleaba en nuestras manos, y vimos revistas que tanto nos enseñaron, y paisajes y rostros que eran los nuestros, y emociones que compartimos… Y pensamos ¿qué hacía yo este día? Y le pusimos fecha a recuerdos, a cuando el Nobel, a cuando Memorial, a cuando el Evangelio, a cuando los cines de barrio de Las pequeñas memorias, a cuando la Revolución y a cuando una hoja seca pero brillante marcaba una fecha en una agenda… Hemos ido siendo nosotros en La consistencia de los sueños, nosotros rodeados de letras, de todos los nombres, de piedras de Lanzarote y de retratos. Esta exposición que ahora desmantelan no es la vida de una persona, es la suma de las experiencias de tantos lectores que estaban, cada experiencia y cada lector, en las páginas de los mil libros, en las fotos, en una partitura, en un cartel, en un vídeo en inglés o en portugués o en otro con acento de Brasil… Era la exposición consistente del hermoso acto de encontrarse, no de escribir ni de leer, sino de habitar un mismo universo, nuestro universo. Que ahora se llevan y duele, claro que duele, aunque sepamos que por la sala de Ajuda seguirán circulando emociones como si fueran ecos de tantos sentimientos registrados.

La consistencia de los sueños ya no está en Lisboa. Otros países recibirán el trabajo de la Fundación César Manrique de Lanzarote. Y ahora, pese a la pena, solo queda manifestar alegría por haberla visto, por haber podido participar en la fiesta de recorrerla una y otra vez, como si fuera un cuerpo, como el cuerpo acogedor y sugestivo que era. La Fundación César Manrique hizo un buen trabajo, Fernando Gómez Aguilera, el comisario, hizo un buen trabajo, los técnicos de Lanzarote hicieron un buen trabajo. Y el Ministerio de Cultura de Portugal, con el Ministro al frente, hizo un buen trabajo: supo el ministro cerciorarse de que lo que estaba pasando en Lanzarote debía de entrar en las casas y en los corazones de los portugueses y se puso a trabajar para que Ajuda estuviera disponible y con las puertas abiertas de par en par para quienes quisieran experimentar la pasión íntima y deslumbrante del conocimiento compartido. A todos ellos, artistas, técnicos, gestores, representantes políticos, por habernos permitido esta gozosa experiencia, gracias de todo corazón.

Después de haber visitado La consistencia de los sueños sabemos que la vida es más grande y que la realidad va más allá de lo que alcanza nuestra vista. También sabemos que nos costará aceptar que ese patrimonio cultural y emotivo, y así dispuesto, ya no estará en Lisboa para ser experimentado a la caída de la tarde. O sea, sabemos que la exposición tendrá que regresar a Portugal porque forma parte de Portugal. Empecemos, pues, a soñar de nuevo, ahora que nos han puesto de manifiesto que los sueños son consistentes y tienen mucha fuerza.

Buen viaje, Exposición, buena travesía y hasta pronto.

Pilar del Río